lunes, 3 de octubre de 2011

Guillermo de Ockham

isee
INSTITUTO SUPERIOR DE ESTUDIOS ECLESIASTICOS
Filosofía del Conocimiento I
Profesor Titular: Pbro. Dr. Alfredo Vargas Alonso
Adjunto: César Humberto Acuña Espinoza



LECTURA DE TEXTOS IMPORTANTES EN EL DESARROLLO
HISTORICO DEL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO
 

Guillermo de Ockham
            Filósofo medieval nacido en el condado de Surrey a veinte millas de Londres en el año 1285. Fue ordenado subdiácono en 1306 ya formando parte de la orden de los franciscanos. Ingresa a la Universidad de Oxford el siguiente año. En 1324 viajó a Aviñón convocado a responder por la acusación de herejía. En 1328 huyó de Aviñón  en compañía del maestro general de los franciscanos, ese mismo año entró en contacto con Luis IV de Baviera refugiándose en su corte. Establecido en Munich desde 1330 comenzó una larga campa antipapista. Murió en 1347. Existe una gran controversia alrededor de la autenticidad de los documentos que refieren su reconciliación con la Iglesia y la orden franciscana.[1]
            El punto de partida de su filosofar se encuentra en su Comentario al primer libro de las Sentencias de Pedro Lombardo. Allí aparece por vez primera la cuestión crítica, pero aun no en términos modernos, es decir, no cuestionando la posibilidad del conocimiento, sino preguntando cómo es el conocimiento, como se lleva a cabo el acto de conocer y cual es su naturaleza,[2] de aquí que los conceptos clave que se han de rescatar para la asignatura sean los siguientes:
Evidencia:
            Para Ockham sólo hay un solo género de demostración posible: mostrar la cosa, bien de manera inmediatamente evidente, o bien deduciéndola necesariamente de una proposición inmediatamente evidente,[3] en todo caso, la evidencia es la mostración de la cosa, la relación directa del sujeto que conoce con el objeto conocido, un conocimiento que se ofrece de modo directo e inmediato al individuo.
            Lo relevante de la evidencia o noticia intuitiva[4] para Ockham es que ella puede versar sobre el orden de lo contingente, de lo real; mientras que el conocimiento abstractivo sólo lo hace de relaciones necesarias en el ámbito de lo ideal y no necesariamente de las relaciones que se tienden entre los entes particulares; de hecho Ockham considera que el conocimiento puramente abstractivo no es posible, porque lo universal no es real, no es algo que esté presente en la realidad, sino sólo  algo que se encuentra dentro de los límites del acto cognitivo. Es por esto que si se desea que una proposición abstracta garantice su verdad debe pasar por la criba de la evidencia inmediata, pues el conocimiento intuitivo es el único que versa sobre las existencias y permite llegar a los hechos. También por esto la evidencia será el punto de partida de la ciencia.[5]

Principio de economía:
             También conocido como ‘Navaja de Ockham’, sostiene que no hay que multiplicar los entes sin necesidad, y que por lo mismo es necesario ceñirse a lo que se presenta a la experiencia directa y tratar de expurgar todo aquello que obstruya la reflexión simple de las cosas: esencias, causas imaginarias, etc.[6]  
            Puede decirse que este principio no es más que la consecuencia de considerar evidencia como único género de demostración posible y del  interés desmedido de Ockham por el hecho concreto y particular. Debe insistirse en que este principio será una despiadada herramienta que él utilizará para separar los ámbitos propios de la teología y la filosofía, lo que representa una disolución entre la fe y la razón.[7]

Cognoscible:
            Para comprender el contenido de este concepto se hace necesario exponer a vuelo de pájaro su planteamiento epistemológico. El conocimiento, desde el punto de vista ockhamista, se divide en dos: intuición intelectual (no sensitiva), y el conocimiento abstractivo. Y además hay dos tipos de conocimiento abstractivo: conocimiento abstractivo del universal y el del singular. Es a través de la noticia intuitiva que el intelecto se percata de la existencia de la cosa; al conocimiento intuitivo siempre le acompaña el conocimiento abstractivo, por el cual se conoce la cosa en cuestión sin presencia de la misma, es por esto que la noticia abstractiva no puede formular un juicio de existencia o proposición contingente.
            Lo característico del planteamiento ockhamista es la consideración de que el conocimiento intuitivo no ha de versar necesariamente sobre el objeto presente y existente – por lo que estas no serán las notas que definen del conocimiento intuitivo- sino de lo que se encuentra presente ante el intelecto, lo ‘cognoscible’ que no es necesariamente extramental.
            Así es posible definir lo ‘cognoscible’ como aquello que se presenta ante el entendimiento, una especie de lo que en la ilustración alemana será llamado ‘fenómeno’. Lo curioso y paradójico de este planteamiento es que Ockham propone que la causa eficiente del conocimiento de un singular –es decir de la intuición sensible o de lo evidente-  no es sólo la existencia real del mismo, sino además la acción inmediata de Dios que, siendo causa primera de todas las cosas, puede obrar igual que las causas segundas y por lo mismo puede producir todas las condiciones psicológicas que se dan en la intuición sensible de un particular.
            Esto es de suma relevancia, pues Ockham, aunque corta las relaciones presentes entre fe y razón, busca validar el asentimiento propio de la fe ante las verdades reveladas, estableciendo la distinción entre el asentimiento ante lo evidente y el assensus non evidens provocado por un objeto presente pero no existente. A pesar de esto la división introducida por el principio de economía conforma también un primer paso hacia el escepticismo y el agnosticismo.[8]







[1] Cfr. SARANYANA, J. Breve historia de la filosofía medieval, Eunsa, Pamplona, 2001, pp. 126-127.
[2] Cfr. SARANYANA, J., La filosofía medieval, Eunsa, Pamplona, 2003, pp. 387-388.
[3] Cfr. GILSON, E., La filosofía en la edad media, Gredos,  Madrid, 1999,  p. 622.
[4] N.B. La doctrina de la intuición es de marcado tinte escotista, sin embargo debe subrayarse una discusión en la forma de entender el término ‘intuición’ en el pensamiento ockhamista. Lo que es evidente es que todos consideran la intuición como un conocimiento inmediato, directo y claro. Sin embargo las distinciones se dan al momento de considerar  que la intuición ockhamista no sólo se da en el ámbito de sensibilidad sino que se extiende a todo el campo del entendimiento. Así por una parte puede entenderse intuición como el conocimiento que se da ante la presencia de un objeto determinado dado –intuición sensible-, concepto que tiene el inconveniente de tampoco poder captar lo existente tal cual y por ende es numérica y específicamente indistinto de la abstracción. Por otra parte puede entenderse intuición como  un proceso ante lógico que funda los criterios de lo evidente -intuición abstractiva inductiva-, este tipo de intuición se hace evidente en el hecho de que el conocimiento abstractivo de un objeto supone, como condición previa,  la intuición del mismo, o lo que en otras palabras sería equivalente a decir que no es posible tener un conocimiento abstractivo de algo sin conocimiento intuitivo de la cosa misma. Cfr. BURGOA, L., “Abstracción e intuición en Guilermo de Ockham o la encrucijada entre el pensamiento medieval y la filosofía moderna”, en: Estudios Filosóficos, Instituto Superior de Filosofía de Valladolid, Vol. LII, no. 149, (enero-abril 2003), pp. 25-42.  Es digno destacar que la segunda concepción del término abre otras vías para acceder a la existencia de Dios, como es el caso de la experiencia atemática del ser o vía trascendental explotada por alemanes del siglo XX como Béla Weissmahr. También es importante señalar que con este concepto Ockham también rehabilita el conocimiento intuitivo frente al conflicto entre el desarrollo de las ciencias y su paradigma único de verdad opuesto a los planteamientos teológicos, adelantándose por casi mil años  a los intentos por reavivar la metafísica por vías alternas a finales del siglo XIX y  principios del XX.
[5] Cfr. GILSON, E. op. cit., p. 623.
[6] Cfr. GILSON, E., op. cit., p. 624.
[7] N.B. La consecuencia de este principio será que Dios queda fuera del universo de las demostraciones.  De hecho Ockham rechaza las conocidas pruebas escolásticas  porque toman como punto de partida la fe y carecen de evidencia, considerándolas sólo argumentos probables. Sin embargo Ockham no es ateo pues él mismo propone una prueba de la existencia de Dios similar a la de la causalidad eficiente: la prueba de la conservación de los entes contingentes. Cfr. AGUIRRE, F., “Anselmo y Ockham: una fe para distintas lógicas semióticas” en: Analogía filosófica, Centro de Estudios de la Provincia de Santiago de México de la Orden de Predicadores, año XXI, no. 2, (julio-diciembre 2007), pp. 3-26.

[8] Cfr. SARANYANA, J., La filosofía medieval, p. 384.

No hay comentarios:

Publicar un comentario