lunes, 3 de octubre de 2011

El despertar de la modernidad

isee
INSTITUTO SUPERIOR DE ESTUDIOS ECLESIASTICOS
Filosofía del Conocimiento I
Profesor Titular: Pbro. Dr. Alfredo Vargas Alonso
Adjunto: César Humberto Acuña Espinoza



LECTURA DE TEXTOS IMPORTANTES EN EL DESARROLLO
HISTORICO DEL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO
 

El despertar de la modernidad
            Después de la época de esplendor de la escolástica que culminó en el siglo XIII, Europa entró a una especie de estancamiento. Entre los principales factores que llevaron a dicha crisis se encuentran los siguientes: crisis demográfica provocada por las epidemias, la sucesión de malas cosechas que ocasionaron la hambruna de 1375,  y la Guerra de los Cien Años[1] entre franceses e ingleses.
             Además de esto la situación cristiana también entró en crisis gracias a una serie de situaciones, en primer lugar puede mencionarse la culminación del ciclo de las cruzadas[2] en las que se perdió el último baluarte cristiano en Tierra Santa el año de 1291; por otra parte se pueden añadir las polémicas alrededor de la famosa donatio Constantini[3]; en tercer lugar se encuentra el capitulo más serio en la disputa sobre la pobreza provocada por los rigoristas franciscanos, atajada por Juan XXII en una solemne censura el año de 1318; y finalmente el Cisma de Occidente[4] en 1378.

            Todas estas situaciones llevaron a que hacia finales del siglo XIII y comienzos del XIV se produjera un cambio notable en la manera de entender las relaciones entre el poder temporal y el poder espiritual. Los conflictos pueden resumirse en aquéllos que apoyaban la teocracia papal y los que apoyaban el sometimiento de la Iglesia al poder secular; entre los nombres que se pueden rescatar en este proceso se encuentran: Dante Alighieri[5] con su obra Monarchia, Marsilio de Padua[6] con su Defensor pacis, y Guillermo de Ockham con su obra Dialogus; hay que destacar que la intención de estos teólogos era la de separar los poderes, transportando así el punto focal de las reflexiones teoréticas a temas eminentemente políticos. Por si esto fuera poco, tanto en Francia como en Inglaterra comenzaron a insinuarse, ya a mitad del siglo XIV, las iglesias tanto anglicana como galicana, encendiéndose desde este siglo por toda Europa el espíritu laico que sería la bandera tanto de la modernidad como de la ilustración.[7]  
            Como otra vertiente de cambios se puede añadir una profunda evolución científica que se divide en cuatro líneas principales: la física, en la que destacaron las universidades de París y Oxford; la ética, que desarrollo los fundamentos del voluntarismo moral[8];  la metafísica, que apuntaba ya a un hiper-desarrollo de la gnoseología con un criticismo ingenuo que sería la base del criticismo moderno –a este respecto es importante subrayar que dicho desarrollo tendía a simplificar la estructura metafísica de los entes y a considerar como superfluo el problema de la individuación de los mismos, era un giro hacia la capacidad cognitiva un giro hacia el sujeto que entre otras cosas trajo consigo un importante desarrollo de la lógica-; y finalmente el surgimiento de una generación de filósofos eclécticos que dieron vida a una filosofía místico-especulativa de corte neoplatónico y a un rápido desarrollo de la filosofía política. 
            Con estas consideraciones previas es posible caracterizar de una manera más envolvente la época que dos siglos más adelante daría forma al problema crítico del conocimiento, a saber: la época moderna.
           


           
             


[1] N.B. La Guerra de los Cien Años o Guerra de Sucesión fue un conflicto armado entre los reyes de Francia e Inglaterra que duro 116 años (1337-1453). La principal causa de dicho conflicto fue la caprichosa mezcla de territorios franceses e ingleses en toda Europa, los continuos roces hacían necesaria una distribución más racional del mapa político del continente. El conflicto estalló cuando la dinastía de los Valois entronizó a Felipe VI como rey, cuando Eduardo III, monarca de Inglaterra, aspiraba a la corona gracias a su parentesco con Carlos IV, último rey de Francia antes de los Valois. Una de las características de este conflicto fueron los grandes períodos de paz entre sus batallas y un constante cambio de motivos para luchar. La guerra acabo formalmente hasta el 29 de agosto de 1475 con el tratado de Picquigny, en el que Eduardo IV pidió 75,000 escudos de oro para retirarse de Francia, oferta aceptada por Luis XI de Francia. Cfr. PRATS, J., Historia Universal: baja edad media, Oceano, Barcelona, 1995, pp. 1396-1402.
[2] N.B. La octava y última cruzada tenía como finalidad apoderarse de Túnez pues representaba una gran ventaja apoderarse del corredor mediterráneo para asentar allí una base de operaciones. San Luis pretendía  aprovechar el ardor belicoso de su hermano Carlos de Anjou contra los musulmanes, sin embargo, la campaña fue un total fracaso, las cruzadas desembarcaron en Cártago el 17 de junio de 1270, una semana después una epidemia de peste atacó funestamente a las mismas y San Luis murió el 25 de agosto. Carlos de Anjou, que llegó tiempo después liquidó la cruzada con un acuerdo sustancioso para sus intereses. La liberación de Tierra Santa se vio aplazada. Cfr. FLICHE, A., Historia de la Iglesia: La cristiandad romana, T. X, EDICEP, Valencia, 1977, pp. 470-471.
[3] N.B. Documento apócrifo escrito alrededor del siglo IX en el que se narra la falsa historia de cómo el emperador Constantino fue curado de la lepra por el papa San Silvestre, y cómo aquél, agradecido por el favor, donó el dominio temporal sobre el imperio de Occidente al papa y sus sucesores. Cfr. SARANYANA, J., La filosofía medieval, Eunsa, Pamplona, 2003, p. 86.
[4] N.B. Después de 70 años de exilio en  Aviñón -que inició con el conflicto entre Bonifacio VII y Felipe IV el Hermoso- las presiones políticas por parte del pueblo romano para que la curia papal retornara a Roma eran enérgicas, pues, entre otras cosas, esto representaba la reactivación económica de dicho pueblo. Para el 8 de abril  de 1377,  con la muerte de Gregorio XI, el colegio cardenalicio y la Iglesia tenían una nueva cabeza: Urbano VI, su elección fue puesta fuertemente en duda a causa de la violencia del pueblo romano, algunos cardenales aviñoneses pusieron incluso en tela de juicio la validez del cónclave, sin embargo los electores se mantuvieron firmes y defendieron su postura frente las autoridades imperiales. Sin embargo la sorpresa fue grande cuando Urbano, una vez en el poder, tomó medidas sumamente drásticas frente lujo ostentoso con el que muchos de sus colegas se manejaban; a este respecto baste señalar el discurso de coronación de Urbano en el que los llamó traidores rente a todas las autoridades presentes en el rito. Esto no tardó en hacer estallar la disidencia, si la elección ya había sido aceptada con muchas reservas, con las actitudes del nuevo pontífice  la situación se agravó aun mas. El colegio cardenalicio inició la conspiración, ante la cual el pontífice no quedo cruzado de brazos pues ordeno 23 cardenales más a su favor, formando con ellos los dos bandos. Sin embargo la facción disidente necesitaba una cabeza y esta fue Roberto de Ginebra que se proclamaría como Clemente VI. De esta forma se fraguó el famoso Cisma de Occidente. Cfr. FLICHE, A. Historia de la Iglesia: El gran cisma de occidente, T. XV, EDICEP, Valencia, 1977, pp. 2-29.       
[5] N.B. Puede decirse que a grandes rasgos el pensamiento político de Dante se decanta por posiciones laicas. Por una parte establece en su obra que la sociedad humana es un todo orgánico, fruto de la armonía de sus partes, gobernada por un solo monarca, que es el emperador. En lo referente a la donatio Constantini Dante la consideraba ilegítima porque  la Iglesia no podía recibir bienes temporales a causa de un precepto divino prohibitivo, al respecto cita un pasaje de San Mateo: no os procuréis oro, ni plata, ni cobre sobre vuestros cintos, ni alforja para el camino (Mt 10, 9-10). Además en su opinión Cristo fue contundente con sus palabras: Mi reino no es de este mundo (Jn 18,36), luego si la iglesia tuviera reino en este mundo, o sea, potestad temporal sobre el imperio, contradiría la voluntad divina. Cfr. SARANYANA, J.,  Breve historia de la filosofía medieval,  Eunsa, Pamplona, 2001, pp. 120-121.
[6] N.B. En la obra mencionada este pensador presenta sus argumentos contra la intervención papal en asuntos temporales y demuestra que las pretensiones papalistas no se pueden apoyar en argumentos escriturísticos. En lo referente a la donatio considera que dicho decreto fue válido en la medida en que Constantino tuvo la jurisdicción o potestad sobre el imperio pero que ninguna jurisdicción sobre ningún clérigo consta que dicha potestad pertenezca a los papas. Cfr. SARANYANA, J., Breve historia…, p. 122.
[7] Cfr. SARANYANA, J., La filosofía medieval, pp. 365-367.
[8] Por voluntarismo moral se entienden dos cosas: la doctrina que afirma la primacía de la voluntad sobre el entendimiento; y la doctrina que considera la voluntad como la sustancia del mundo. En el cuerpo del texto la voz en cuestión tiene el primer significado, éste señala una dirección eminentemente gnoseológica y ética. Se puede añadir que se desarrolló en la baja escolástica con pensadores como Enrique de Gante –quien consideraba que la voluntad era superior por que su objeto, el amor, era superior al objeto del entendimiento, la sabiduría-;y Duns Scoto quien sitúo la superioridad de la voluntad en la libertad de la misma para dictarse su propio objeto, mientras que el entendimiento es inferior por no tener dicha capacidad, ya que su objeto viene dictado por las cosas. Cfr. ABBAGNANO, N., Diccionario de filosofía, Fondo de Cultura Económica, México, 1995,  Voz: Voluntarismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario